Las Crónicas de Dax - Volumen 4

Tema: Las Crónicas de Dax - Volumen 4 Lun Sep 01, 2008 2:52 pm

Parte 1: Un inesperado encuentro
-Es inútil, jamás lo encontraremos- Tico suspiró con desánimo.
-Tal vez deberías haberte quedado atrás, lo único que haces es desanimarnos…- Lord Anarko miró fríamente a Tico.
-Sí, tal vez debería haberlo hecho…- Tico le devolvió la mirada.
-Vamos chicos, calmaros…- Xiski se interpuso entre ellos. –Ahora debemos estar unidos, si queremos encontrar a…- Xiski se interrumpió por un grito de Pacbos.
-¡Maldita sea! ¡Algo me ha golpeado!
Pacbos se encontraba tirado en el suelo, con una piedra enfrente de él. Ante el asombro de todos, una figura se materializó sobre la piedra, de espaldas a ellos.
-Lo siento, Pacbos… no pretendía darte.
-No pasa nada, Dax- Pacbos se dispuso a levantarse, pero se quedó helado. Volvió a pensar sus palabras, miró a la figura que había ante él y luego a la piedra. –Creo que el golpe me ha afectado seriamente… me parece que estoy viendo a Dax.
Los demás seguían mirando atónitos a la figura, que soltó una carcajada y le alargó la mano a Pacbos para ayudarle a incorporarse.

Draco permaneció alejado del grupo. Algunas veces los miraba y escupía. “Amistad… era uno de los demonios que se debían apuñalar si se quería lograr el poder” pensó, y volvió a escupir. Tras intercambiar saludos con los demás, Dax se acercó a él.
-¿Ocurre algo Draco?
-No, nada… - Zaros empezó a pensar alguna excusa. –Estoy… conmocionado por el encuentro.
Dax sonrió y volvió con los demás.
-¿Cómo es que estáis aquí? ¿También habéis muerto?
-Verás, Dax… ha pasado mucho tiempo desde que sucedió la batalla. Lord Ancient nos devolvió a la vida, a todos excepto a ti… tu alma está atrapada en este plano, hemos venido a rescatarte.- Explicó Anarko.
-Vaya… y bien, ¿Cómo saldremos de aquí?
-Lord Ancient nos abrió un portal hasta aquí, sólo debemos de encontrarlo y atravesarlo para volver; creo que estaba por… -Anarko miró hacia todos los sitios y entonces se dio cuenta de algo: No sabía dónde estaba el portal. Dirigió una mirada inquisitiva a los demás, pero ellos parecían estar igual de perdidos que él.
-Ya veo… Creo que sé como llevarnos hasta el portal. ¿Recuerdas cómo era?
Anarko le describió como era el portal.
-Bien; ahora debéis hacer todos lo que os diga. Concentraros en el portal, evocar su imagen en vuestra mente e imaginaros que estáis frente a él. Así es como me transportaba con la piedra.
Los guerreros hicieron lo que Dax les había dicho, y sus figuras se desvanecieron para volver a aparecer frente al portal.
Dax miró a través del portal y vio a Lord Ancient parado allí, al otro lado. Estaba mirando con espanto algo situado detrás de ellos. Dax se dio la vuelta y miró hacia lo alto; una enorme criatura se cernía sobre ellos. Era el dragón más grande que Dax había visto nunca.

Parte 2: El sacrificio
Zamorak había esperado durante mucho tiempo. Después de su derrota a mano de aquellos humanos, su alma había quedado atrapada allí. Vivió una existencia aletargada durante mucho tiempo; recorrió aquel lugar cientos de veces en busca de algún portal o grieta dimensional para salir de allí, pero no encontró nada. Pero en los últimos días había notado que algo extraño ocurría… notaba que alguien más deambulaba por aquel lugar. Adoptó su forma de dragón y se elevó sobre el yermo; buscó y buscó hasta que al fin les encontró. Era una compañía de varios guerreros, su presencia le resultaba familiar… aquellos eran los que habían causado su caída, mucho tiempo atrás. Percibió algo extraño en uno de los miembros del grupo, pero no le prestó importancia. Los siguió desde las alturas, fuera de su vista, mientras maquinaba cómo acabar con ellos. En aquel plano, sus poderes se habían multiplicado… podría matarlos fácilmente, pero quería buscar la forma más dolorosa de hacerlo.
Cuando al fin había decidido como poner fin a sus vidas, descendió sobre el grupo, pero se paró a unos cientos de metros; algo pasaba. Había un pequeño tumulto en la compañía, y observó que ahora había un guerrero más. Agudizó su vista y lo reconoció inmediatamente. Aquel era el que empuñó el mazo con el que puso fin a su vida. La sangre de Zamorak le hervía; una furia creciente empezó a consumirlo. Musitó un encantamiento para poder escuchar lo que decían. Aquella conversación le resultó muy interesante… hablaban de un Portal, una forma de regresar al plano de los vivos. Zamorak contuvo sus ansias de matar; esperaría a que le guiaran hasta el portal. Una vez allí, acabaría con ellos, y después entraría al mundo mortal. Acabaría con toda forma de vida, y extendería su reinado de terror sobre Gielinor. Mientras tramaba sus planes, no se dio cuenta de que los guerreros habían desaparecido. Lanzó un alarido de furia; habían descubierto la forma de moverse por aquel plano. Evocó en su mente la imagen del grupo, y se tele transportó encima de ellos.
Se encontraban frente al Portal. Zamorak lo miró con avidez, y luego miró al endeble grupo. No sabían lo que se les avecinaba… Colocó sus alas en posición y se lanzó hacia ellos.

Dax observó impotente cómo la muerte se avecinaba sobre ellos. El dragón estaba ya apenas a una decena de metros de ellos; en un par de segundos les habría alcanzado.
Cuando ya podía sentir el ardiente aliento sobre su rostro, de pronto el dragón se detuvo.
Dax lo observó, y vio por qué se había detenido. Una especie de barrera se hallaba entre ellos y el dragón. Miró consternado a uno y otro lado, y entonces vio quién les había salvado. Allí estaba Lord Ancient, concentrado en ejecutar su conjuro protector. Zamorak empezó a embestir la barrera una y otra vez, y Dax observó con horror cómo Lord Ancient se doblegaba con cada golpe, como si le estuviera golpeando a él en vez de a la barrera.
-¡Fuera! ¡Largaos!
Los guerreros salieron del shock que les había producido ver al dragón, y atravesaron el portal. Sólo quedó Dax.
-¿Y qué pasará contigo?
Lord Ancient escuchó las voces de Zamorak en su cabeza. Derriba la barrera. Si no lo haces, quedarás encerrado aquí conmigo. Te atormentaré en materia y espíritu; te someteré a insufribles torturas, y seré tan despiadado que al concluir cada sesión perecerás a causa de los insoportables dolores; sin embargo, no llegarás a descansar en paz porque te devolveré a la vida. No conciliarás el sueño eterno. Cada día, vivirás en escalofriante anticipación del amanecer. Cuando claree, tras el intervalo de oscuridad, será mi rostro lo primero que veas.
-Estaré bien- Lord Ancient se resignó y se derrumbó por los golpes que le infligía Zamorak. Señaló una extraña lanza que había junto a él. –Cógela, Dax. Utilízala para sellar el portal; Zamorak no debe entrar en el plano mortal. –No era una petición; era una orden. Dax agarró la lanza y tras dirigir una última mirada a su compañero, atravesó el portal.
Lord Ancient dejó caer el escudo y volvió la vista hacia el otro lado del portal. Vio a Dax, inseguro, incapaz de dejar a su compañero allí atrapado.
-¡Sella el portal!
Zamorak vio la escena al otro lado del portal, y se lanzó hacia él. Dejó de lado la figura agonizante que le había frenado; ya se encargaría de él.
Draco le arrebató la lanza a Dax y se dispuso a sellar el portal con ella. Lord Ancient le miró a los ojos y entonces vio el verdadero ser que ocupaba aquel cuerpo.
-¡Tú!- Lord Draco cerró el portal antes de que pudiera decir nada más.
Zamorak lanzó un aullido de furia, y se volvió hacia aquel endeble mago que había frustrado sus planes por segunda vez.
Varios pares de uñas reptilianas destrozaron su ser, le despellejaron; dentelladas asesinas desgarraron sus músculos y, al llegar al hueso, lo astillaron. Se convulsionó, chilló, sabiendo que sus lamentos se repetirían en una continuidad infinita.
Como una alucinación, se mezclaron a sus desvaríos los recuerdos de su infancia. Rememoró cuando, en lo más crudo de una pesadilla, alguien le despertó y le calmó. “No te harán daño mientras yo esté a tu lado. Mira, haré algo divertido”.
Una escamas le estrujaron, le dejaron sin aliento, mientras unos colmillos negros le devoraban los órganos y las vísceras, incluido el corazón, en busca de su alma.
De nuevo le llegaron los recuerdos; de aquella presencia que le animaba, o de aquella mano, que sobre una pared reproducía animales con sombras. Una voz le decía: “Mira, Mexi, conejos”. Y él sonreía, pasado el susto… Dax estaba allí.
Se calmaron sus dolores, las visiones desaparecieron. Estaba extenuado, y debía dormir.